El Verbo de Dios








El Verbo
El Evangelio según Juan es esencial para el estudio de la Cristología, la parte de la teología que estudia la Persona y la obra de Jesucristo. No cabe duda que la precisión de escritor en esta materia es grande, iniciándolo por la manifestación de la Deidad de Cristo al relacionarlo directamente con el Logos encarnado, creador del universo y comunicador por posesión personal de la vida. Es sumamente difícil encontrar una precisión semejante en los demás escritos bíblicos del Nuevo Testamento. Juan es preciso en hacer apreciar que si Jesús es Dios, también es hombre. De ahí que junto con la manifestación del Verbo eterno, aparece la encarnación haciéndose hombre. La doctrina es compleja en este sentido y, en cierto modo, difícil de entender, de ahí las muchas herejías e imprecisiones que, a lo largo del tiempo, se hicieron en relación con la condición Divino-humana del Hijo de Dios.
       En un tiempo en que la Persona de Jesucristo está siendo cuestionada y, en cierto modo, se ha perdido de vista en la vida del creyente y de la Iglesia, es necesario retomar el estudio de la Cristología, para tener un mayor conocimiento de nuestro Gran Dios y Salvador, a fin de que, conociéndole más, le sirvamos mejor.
            Lo que sigue es el comentario al primer versículo del evangelio, confiando que despierte interés en todos para un estudio pormenorizado de todo el texto.
 1. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
          jEn ajrch`/ h\n oJ Lovgo", Sin ninguna alternativa de lectura, coincidiendo en la oración todos los textos griegos, Juan inicia el Evangelio, con una afirmación de alto nivel teológico sobre la identidad del Lovgo", tomando la referencia al tiempo del principio de todo cuanto existe. La primera frase tiene un paralelismo claro con la primera declaración del Génesis, que refiriéndose al principio de toda la creación dice también: “En el principio creó Dios” (Gn. 1:1). Sin embargo debe notarse que principio aquí no tiene que ver directamente con el comienzo del universo, sino que exige que se considere como una existencia anterior a él. De otro modo, este principio es el punto de referencia usado para referirse al existir del Verbo. La referencia a principio ha de entenderse como lo que es un existir antes de todo, que necesariamente es un existir eterno, puesto que antes de la creación sólo existe Dios que vive en Sí mismo eternamente. Así se entiende también en el Antiguo Testamento, cuando hablando de la sabiduría dice: “Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras” (Pr. 8:22). A esa eterna vida divina el Verbo encarnado se referirá cuando pide al Padre: “Padre aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos están conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (17:24). Esa referencia al principio toma otra forma expresiva cuando el Señor dijo a los judíos: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (8:58). El pensamiento de Juan es muy concreto al decir “en el principio”, ya que si todas las cosas van a ser creadas por el Verbo, necesariamente las antecede, por tanto es eterno. El ser eterno corresponde exclusiva y excluyentemente a Dios. Quiere decir que al comienzo del Evangelio, Juan quiere que los lectores presten atención a Jesucristo que va a ser anunciado, no desde la condición de un mero hombre, sino desde la eternidad que manifiesta su Deidad, como va a decir al final del versículo. El Verbo no es, como algunos herejes afirman, un ser creado, sino el increado y eterno Dios.
          h\n. Sigue luego el verbo eijmiv, ser, en la forma del imperfecto de indicativo en voz activa, que indica una existencia continuada en una determinada manera, es decir, Jesús, de quien va a tratar el Evangelio, era, en el principio, de manera que la preexistencia del Logos se pone de manifiesto. No vino a ser en algún momento, así fue eternamente. Esa es la razón del uso del imperfecto que se contrapone al aoristo en que este es puntual y definitivo, ya que lo que se pretende es vincular al Verbo con la Deidad, que ya introduce desde aquí la vida en el Ser Divino, en una subsistencia personal en la que eternamente son las tres Personas de la Deidad. Por esa misma razón, puesto que el verbo está ligado con el principio, claramente debe entenderse como una existencia atemporal donde ajrch`/ principio, no puede vincularse con el origen de algo, sino que ha de hacerse con la eternidad sin principio. Aquel es era, hace notar que el principio desde donde se revela, no es un comienzo sino la visibilidad temporal de lo eterno, donde la atemporalidad se manifiesta y donde el tiempo no corre.
        oJ Lovgo", Este que era en el principio, se le llama por el apóstol el Logos, que con artículo determinado en el texto griego expresa la condición única de Aquel a quién se llama de ese modo. Es notable la introducción de título dado a Jesucristo, propio de Juan. Este título no aparece con frecuencia como designación de Cristo. Tanto es así que fuera del prólogo de este evangelio, sólo está en este sentido en otro de los escritos de Juan (Ap. 19:13). El nombre de Verbo, le pertenece eternamente. Es el título que corresponde al Mediador único y divino en el proceso de la acción de la Deidad, tanto en la creación, como en la revelación, como en la comunicación de vida divina. Cristo es el Logos trascendente cuya comunicación comienza en la creación y culmina en la encarnación. La condición de Logos, como proyección hacia fuera de la expresión divina, establece la conexión entre la divinidad inaccesible y el mundo de los hombres. El Logos, manifestado y encarnado en Cristo, se convierte en principio de intelección de toda la realidad y de toda la historia anterior, a la vez que como elemento integrante de todas las verdades parciales, ya que Él es la única Verdad. Por eso, como Logos, es el principio de toda inteligibilidad, el motor de toda búsqueda de verdad y de justicia, y el recapitulador de todo. Todas las porciones fragmentarias de la verdad encuentran su plenitud en Cristo. Esa generación del Verbo eterno en el seno trinitario obedece a una procesión de amor en el interior de Dios. Es necesario entender bien que Cristo es una Persona Divino-humana, por tanto el Verbo expresa, no solo lo que la Persona es en sí, sino la mente suprema del Ser Divino, en todas sus facetas y dimensiones. El que viene glorioso y vencedor es el que como Verbo, expresa y ejecuta todo el plan de Dios para los tiempos. El Verbo es la Palabra absoluta con la que Dios habla (He. 1:1-3). El verbo es la revelación de Dios hecho carne (Jn. 1:14). Aquí expresa la absoluta palabra por la que Dios actúa, se revela, comunica, relaciona y salva. Es el discurso absoluto pleno y definitivo que se da a los hombres por medio del Hijo (He. 1:1). El significado de este título exige una aproximación clarificadora en este lugar.
       Desde la semántica griega lovgo", tiene múltiples significados, pero, fundamentalmente se usa para referirse al pensamiento interno, y también a la expresión de una idea. Por consiguiente el término en la Escritura, se relaciona íntimamente con el hecho de la auto-revelación de Dios, en la que su pensamiento se comunica por medio de su Palabra. En un sentido contrario al bíblico, los filósofos estoicos consideraban el logos como el principio racional que confería existencia al universo. Para los griegos el término era adecuado para describir cualquier manifestación del propio ser. Algunos críticos afirman que Juan incorporó esta palabra en el Evangelio, bajo la influencia helénica o de los gnósticos que, como se ha dicho en la introducción, no puede probarse, quedando como una hipótesis inaceptable a la luz de la Escritura.
        La LXX utiliza la palabra con bastante frecuencia en la traducción del antiguo Testamento. Su uso está presente en dos grupos de versículos. Los primeros que tienen relación con actos creativos de Dios, en donde la Palabra, el Logos actúa creando (cf. Gn. 1:1), por eso los cielos se crearon por el Logos, la Palabra de Dios (Sal. 33:6). Del mismo modo Dios responde al clamor de Su pueblo enviando su Palabra, para sanarlos y librarlos de la ruina (Sal. 107:20), lo abre un sentido soteriológico de acción salvadora que es el gran tema en el Evangelio según Juan. En otra apreciación de eternidad el salmista afirma que la Palabra de Dios permanece eternamente en los cielos (Sal. 119:89). En alguna medida la idea del envío del Logos a la tierra también está presente (Sal. 147:15). La sabiduría de Dios se expresa por medio del Logos y está con Él eternamente, literalmente “desde antes de sus obras” (Pr. 8:22-31). Es interesante apreciar que el término sabiduría, en este y otros contextos del Antiguo Testamento, deja de referirse a la cualidad de ser sabio, sino que la sabiduría está personificada y posee una existencia que la diferencia de Dios en cuanto a que es Persona, e incluye una relación personal con la creación. Pero también se usa el término lovgo", para referirse al mensaje que Dios da por medio de los profetas. Una expresión común es la de “la Palabra de Dios vino sobre mí” (kaiV ejgevneto lovgoKurivou prov" prov" aujtovn) (cf. Ez. 1:3; Am. 3:1). Se aprecia que en todos los casos en que ocurre, lovgoV, es una expresión que produce un resultado o una acción.
         La palabra, el Lovgo", en el Nuevo Testamento, está relacionada muchas veces con el evangelio, el mensaje de la Buena Noticia (cf. Lc. 8:11; 2 Ti. 2:9). Pero, el evangelio proclamado por los apóstoles es esencialmente Cristo mismo. Así lo entendía el apóstol Pablo que predicaba a Cristo crucificado (1 Co. 1:23). Esto establece una estrecha relación con el Lovgo", de este primer versículo de Juan. Jesús anunció en su mensaje el logos del reino: toVn lovgoV th`V basileivaV, la palabra del reino (Mt. 13:19). Aun sin mencionar directamente el término, otros escritos del Nuevo Testamento se identifican plenamente con la idea central del prólogo de Juan. Así de este modo el apóstol Pablo haciendo notar a los creyentes de Colosas la supremacía de Cristo, lo presenta como Creador y dador de la paz y reconciliador consigo de todas las cosas en base a la obra de la Cruz (Col. 1:15-20). Ese es también el pensamiento del escritor de la Epístola a los Hebreos (He. 1:1-4). Quiere decir esto que el término, aunque típico de Juan, tiene una aplicación teológica por más escritores del Nuevo Testamento.
       El sustantivo lovgo", procede de la misma raíz del verbo lego, que tiene un amplio significado como hablar, decir, referirse, preguntar, responder, ordenar, afirmar, asegurar, contar, llamar, proponer, etc. Aparentemente este verbo con el sustantivo derivado, podría vincularse al hebreo ’amar, que significa decir, de donde ’imrah, que equivale a dicho y que, en cierta medida recuerda el término griego rvh`ma, palabra, dicho. Pero, la raíz de las palabras hebreas y de la griega por afinidad de consonantes, indican el dicho como mera expresión, más que como una realidad expresada. El término lovgoV, connota un mensaje, que en Cristo es un mensaje de vida, esto es, un mensaje de vivas realidades. Especialmente en el Salmo 119, cuyo tema central es la Palabra, el Logos escrito es elemento de limpieza (v. 9); de vida (v. 25); de sustento (v. 28); digna de crédito porque es palabra de verdad (vv. 42-43); de consuelo (v. 50); de luz para el camino (v. 105); digna de la esperanza (v. 114); etc.

       Todo esto en la completa totalidad de la Palabra de Dios está comprendida, pero en forma absoluta en el Logos al que Juan se refiere en este primer versículo. Jesús es el Verbo personal del Padre. En ella, Palabra viva y activa, el Padre expresa su interior, es decir, todo cuanto es, tiene y hace, por tanto el Logos es la expresión exhaustiva del Padre. Debe tenerse en cuenta que el verbo expresar es el frecuentativo del verbo exprimir, de modo que cuando nos expresamos, exprimimos nuestra mente para formar un logos que defina lo que pensamos en su concepto pleno. Esto tienen una consecuencia conclusiva que para expresar algo hay que tener una mente rica en contenido conceptual. De modo que si el Logos personal del Padre es divino, como el Padre, según enseña Juan en el texto, es por tanto, infinito y exhaustivo, capaz de expresar en la dimensión plena y absoluta el pensamiento, posesión y acción del Padre, siendo la Palabra que expresa todo lo que corresponde a la mente del Padre que la expresó. Esto tiene una gran importancia teológica porque una Persona infinita como el Padre, con una mente infinita en acción continua, concibe y expresa un Verbo tan infinito y eterno como Él mismo que lo pronuncia. Esto demanda la existencia única de un solo Verbo, puesto que su pudiese haber más, o el Padre tuviese más de uno, ninguno de ellos expresaría con perfección la esencia, mente y propósitos del Padre. Por esa causa es el único revelador adecuado para Él. Este Verbo es el que, al hacerse hombre (v. 4), traduce al Padre al lenguaje humano, expresándolo en plenitud, y haciendo la correcta exégesis de Él (v. 18), por tanto, es la única Verdad personal del padre (14:6). A causa de esto sólo Jesús tiene “las palabras de Dios” (3:34), que son “palabras de vida eterna” (6:8). Jesús, como Verbo eterno, nos da la revelación definitiva y final del Padre. Esa es también la causa por la que todas las promesas de Dios son en Jesús, sí y amén (2 Co. 1:19-20). Por ser el único Verbo en revelación de Dios no sólo es sí y amén como garante de las promesas de Dios, sino todavía más Jesús es Dios en estado de amén, puesto que tiene una sola palabra, y “Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Ti. 2:13). El Logos divino como única y definitiva Palabra de Dios “permanece para siempre” (cf. Is. 40:6-8; Dn. 6:26; He. 4:12; Stg. 1:10-11; 1 P. 1:23-25). La mente del Padre está siempre activa, por tanto eternamente está expresando el Logos revelador de Su pensamiento, todo lo existente, pasado, presente y futuro.
        Genera esto una dificultad teológica: Si sólo la Primera Persona Divina, es el que expresa el Logos, las otras dos están en silencio. En ningún modo puesto que muy al principio la Biblia presenta una deliberación ad intra, esto es en la intimidad de la Trina Deidad (Gn. 1:26). Pero solo el Padre al pronunciar su Logos genera, sin principio de vida, por vía de generación mental a la Segunda Persona Divina, que personifica la mente del Padre. Ahora bien, la expresión de la mente del Padre es exhaustiva, es decir, agota en Él su plenitud mental y da procedencia al Verbo que es consustancial con Él mismo. Por eso el Verbo no puede engendrar otro Verbo porque recibe una mente que ya agotó su expresión personal.
        Otro aspecto que debe quedar claro al entrar en esta verdad que Juan expresa en este primer versículo, es que podría pensarse que si el Logos es expresado por el Padre, depende de él en Su existencia propia puesto que sólo hay Verbo cuando Alguien lo pronuncia. Esto conduciría a una dependencia y subordinación de la Segunda con la Primera Persona. Debe afirmarse que no hay dependencia alguna o subordinación del Verbo respecto al Padre que lo pronuncia, porque si la Palabra subsiste del Padre que la pronuncia, el Padre aunque no vive de la Palabra, sí vive de pronunciarla. De otro modo, lo que constituye al Padre como Persona Divina, esto es, como Dios Padre, es el acto vital y eterno de expresar su Logos, pero, ni el Logos puede vivir sin el Padre que lo engendra, ni el Padre puede vivir sin pronunciar el Logos que lo manifiesta. La subordinación en cuanto a Deidad no existe, puesto que las Personas Divinas son inmanentes.
       kaiV oJ Lovgo" h\n proV" toVn Qeovn, La segunda oración de la cláusula es posicional, expresando la situación del Verbo en relación con el Padre. Debe notarse el uso del artículo determinado  oJ, el, que precede al sustantivo Logos. Se trata del único Logos divino. En  este hemistiquio Juan pretende hacer notar una distinción entre el Verbo y el Padre. La traducción “el Verbo era con Dios”, expresa muy limitadamente lo que el escritor pretende dar a entender. La preposición proV", tiene aquí un sentido de orientación o dirección, cuyo significado adquiriría una mayor precisión si se utilizara la preposición cabe, que si bien está en desuso que significa cerca de, junto a, por tanto el sentido es que el Verbo estaba frente a frente con el Padre. Lo que Juan quiere dar a entender es que el Verbo estaba en una proximidad interna, íntima de Persona a Persona, en Su vida ad intra. Generalmente en el griego clásico es dificil encontrar la preposición  proV", con acusativo en sentido de en presencia de, pero en el griego helenístico y en la koiné, ese es uno de los usos habituales. Más preciso es entender el sentido de la frase como que el Logos estaba en una determinada relación con Dios. La idea de compañía previa a la creación está contemplada en el Evangelio, cuando Jesús habla al Padre sobre la gloria que tuvo con Él antes que el mundo existiese (17:5). Pero también puede hablarse de relación. Un poco más adelante Juan hará referencia a una determinada posición y orientación del Logos, literalmente hacia el Padre (v. 18). La relación entre el Logos y el Padre comprende todos estos aspectos y muchos otros, ya que debe considerarse que la relación entre las Personas Divinas descansa también en la comunión entre ellas.
        Juan está introduciendo aquí un concepto novedoso de la teología cristiana que la vida divina en el  Ser Divino, o dicho de otro modo, en el Seno Trinitario. De ahí que el paso siguiente a la eterna existencia del Verbo, sea la consideración de vinculación con el Padre, expresada en una forma sencilla: “el Verbo era con Dios”. Es decir, el que eternamente existe como Verbo debe su personificación a la relación con el Padre. Dios no es una Persona, sino un Ser. Por tanto las Personas Divinas no son individuos de la especie divina, ya que entonces serían dioses, por muy relacionados que estuviesen, pero la revelación bíblica da a entender que las Personas Divinas son un solo Dios. Esto implica entender que el Padre y el Verbo no se distinguen por al absoluto (ad se), como pudieran ser esencia, cualidades, actividades, etc., sino sólo por la respectiva relación entre ellas que las constituye al oponerse (ad alium) respectivamente como principio y término de la procesión que las establece como Personas. Por esta relación, el Padre se distingue realmente del Verbo, siendo éste el término de la generación de la que es principio el Padre. De igual modo, el Hijo se distingue del Padre, porque la filiación que lo constituye como Persona, lo pone junto con el Padre, o frente a Él, en una distinción personal. Quiere decir esto que ser principio o término de una procesión intra-trinitaria, distingue a las Personas Divinas entre sí. Pero, como el Ser Divino es infinito, así también la distinción personal lo es. El Padre se constituye como Persona que se distingue de la del Hijo ya que en Él, ser Padre se identifica también con ser Dios. Es Padre divino porque es Dios que engendra eternamente. A su vez el Hijo es totalmente Hijo, porque Su existencia como Persona Divina está ligada al hecho de ser eternamente engendrado por el Padre, pero, a la vez es el término generativo.
        El sentido teológico de la verdad expresada por Juan en esta frase es muy elevado. En la identificación de Dios, como Padre, y del Logos, como Hijo, relaciona a las dos Personas Divinas con la naturaleza divina que les es común a ambas, por lo que el Padre no puede serlo sin ser Dios, y el Hijo del mismo modo. Por consiguiente se aprecia un aspecto de totalidad integradora en cada Persona Divina, junto con el aspecto de distinción o identificación  absoluta. El Padre y el Verbo no pueden ser comparables a la relación e identificación humana, puesto que en Dios no cabe composición, estando por encima de todos los géneros y especies que determinan la vida creada. Por esa razón la suprema trascendencia es la trascendencia divina.
        Juan habla de la unidad vinculante en la Santísima Trinidad, a la vez que se mantiene la distinción personal de cada una de las Personas Divinas. Esta vinculación de vida aparece claramente en el versículo: “El verbo era con Dios”. De otro modo, el Verbo no podría ser Dios si no estuviese en la intimidad participativa de la vida divina. Pero, tampoco podría ser Persona sin la relación de procedencia del Padre. Es decir, el Padre vive como Persona de decir la Palabra (el Verbo) y el Verbo vive del Padre que lo expresa y, expresándolo, lo engendra. Esto debe entenderse claramente que el verbo engendrar en este sentido no tiene que ver con origen, sino con procedencia y relación. Por todo esto el apóstol podrá decir en otro de sus escritos: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1 Jn. 2:23). Si no hay el Verbo, tampoco puede haber el Padre que lo expresa, por tanto la existencia de uno está ligada a la del otro.
        Concluyendo la gran verdad revelada en la frase de Juan, debe entenderse que en el Seno Trinitario, el Dios uno que subsiste en tres maneras distintas, aquí, por interés del escritor se hace referencia a dos de esas subsistencias, la del Padre y la del Verbo, que son distintos como relaciones opuestas, de ahí que estas dos no son el mismo, pero sí son lo mismo, son distintas Personas pero son el mismo y único Dios. Es necesario entender que la Persona Divina, tanto la del Padre como la del Verbo, connotan relaciones correspondientes a cada una de ellas, que no surgen por decisión libre, sino necesaria. Juan dice “el Verbo era con Dios”, por tanto esa relación de comunión no es opcional, sino real y vital, en la que el uno no puede existir sin el otro. De otra forma, el Verbo está con Dios, en sentido de relación, junto a Dios, como esta en la mente una palabra. A causa de esta unidad de naturaleza todo el Padre está en el Verbo y todo el Verbo está en el Padre. Ninguno de los dos está fuera del otro porque ninguno precede a otro en eternidad, ni lo excede en grandeza, ni lo supera en potestad.
      kaiV QeoV" h\n oJ Lovgo". El apóstol concluye este denso primer versículo haciendo una afirmación definitiva sobre la deidad del Verbo. Mediante una estructura gramatical simple pero completa afirma que el Verbo que era en el principio, que estaba en unidad con Dios, es también Dios. Literalmente se lee “y Dios era el Verbo”.
      Algunos que niegan la deidad del Verbo, traducen el versículo poniendo el artículo indefinido un delante de Dios, para decir “El Verbo era un Dios”. A parte del problema gramatical que desestructura la frase puesto que en griego no existe el artículo indeterminado o indefinido, contradice la verdad del texto. Si hubiera un artículo determinado delante de Dios, esto es, si se leyese “y el Dios era el Verbo”, Juan estaría diciendo que sólo el Verbo era Dios. Antes menciono la relación entre el Padre y el Verbo, por tanto, siguiendo con la misma verdad no puede decir aquí que el Verbo era un Dios, sino que afirma taxativamente la deidad del Verbo. Quienes quieren negar esta verdad que comporta la existencia eterna del Verbo, sin origen, sin creación, tienen que explicar mediante subterfugios y argucias, lo que no dice el texto. Juan habla de la existencia del Verbo en el principio que no tiene que ver con comienzo sino con la eterna dimensión de la vida divina.
         El término QeoV", Dios, sin artículo tiene que considerarse como predicado, y describe la naturaleza de la Palabra. Juan afirma que el Verbo era Dios, aunque no es la única Persona de la que puede hacerse esa afirmación, ya que cada una de las Personas Divinas, son también Dios verdadero y único. Reiterando lo que se dijo antes, si el artículo determinado estuviera presente delante de Dios, significaría que no existía ningún Ser Divino fuera de la segunda Persona. La intención del apóstol es que este versículo proyecte la luz definitiva y el enfoque pleno en la consideración de Jesús, que pueda responder a la pregunta capital de quien es Él. La respuesta será directamente dependiente de este versículo, en donde se aprecia la Deidad de quien para los hombres era un mero hombre. Si Jesús no fuese Dios el mensaje del evangelio sería estéril y la salvación imposible.
        El título Dios aplicado a Cristo, supone un avance notable en la Cristología de la Iglesia Primitiva, contra las observaciones de que no era posible una evolución del dogma en un tiempo tan temprano. Sin embargo el Nuevo Testamento llama explícitamente Dios a Jesús en tres textos, dos de los cuales proceden de Juan (1:1; 20:28; He. 1:8-9). También ocurre en 1 Jn. 5:20, donde la construcción de la frase pudiera orientarse hacia el Padre, pero que sería muy improbable, puesto que sólo tiene sentido si el antecedente inmediato es Jesucristo. Igualmente está en Ro. 9:5, si bien la puntuación determinaría el sentido del versículo conforme se haga. En el Nuevo Testamento ocurren referencias a Cristo que sólo pueden ser hechas entendiendo su Deidad. Así Pablo afirma que Él “existía en forma de Dios” (Fil. 2:6) y que era “la imagen de Dios” (Col. 1:15). Los títulos de Señor, Hijo y Verbo, determinan que a Jesús se le puede y debe llamar Dios.
       La divinidad debe se entendida desde la filiación, Jesús es verdadero Dios porque es Hijo de Dios por generación eterna y comparte la misma vida que Él. En la encarnación no llega a ser Hijo, sino que lo es eternamente. Esto se considerará más directamente en los versículos que directamente usen el título de Hijo. Esta base bíblica de la verdad de que el Verbo es Dios, conducirá a la comprensión de la condición Divino-humana de Jesucristo, el Hijo de Dios, en el Evangelio.
         Dejando ya el comentario del primer versículo, la conclusión de Juan es que el Verbo participa de la esencia divina. Por esa misma razón es tan Dios como el Padre (1 Jn. 5:20), pero, en el hemistiquio anterior, preparó el tránsito hacia esta posición que enseña la deidad de Cristo, refiriéndose a la comunión en unidad con el Padre, ya que el Verbo estaba con Dios, más adelante vendrá a expresar esta unidad esencial cuando diga que Cristo y el Padre son uno (10:30).

Sacado del Blog del Dr. Samuel Perez Millos

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