El Verbo de Dios
El Verbo
El Evangelio
según Juan es esencial para el estudio de la Cristología, la parte
de la teología que estudia la Persona y la obra de Jesucristo. No cabe duda que
la precisión de escritor en esta materia es grande, iniciándolo por la
manifestación de la Deidad de Cristo al relacionarlo directamente con el Logos
encarnado, creador del universo y comunicador por posesión personal de la vida.
Es sumamente difícil encontrar una precisión semejante en los demás escritos bíblicos
del Nuevo Testamento. Juan es preciso en hacer apreciar que si Jesús es Dios,
también es hombre. De ahí que junto con la manifestación del Verbo eterno,
aparece la encarnación haciéndose hombre. La doctrina es compleja en este
sentido y, en cierto modo, difícil de entender, de ahí las muchas herejías e
imprecisiones que, a lo largo del tiempo, se hicieron en relación con la
condición Divino-humana del Hijo de Dios.
En un tiempo en que la Persona de Jesucristo está siendo
cuestionada y, en cierto modo, se ha perdido de vista en la vida del creyente y
de la Iglesia, es necesario retomar el estudio de la Cristología, para tener un
mayor conocimiento de nuestro Gran Dios y Salvador, a fin de que, conociéndole
más, le sirvamos mejor.
Lo que sigue es el comentario al
primer versículo del evangelio, confiando que despierte interés en todos para
un estudio pormenorizado de todo el texto.
1. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios.
jEn ajrch`/ h\n oJ Lovgo", Sin ninguna
alternativa de lectura, coincidiendo en la oración todos los textos griegos,
Juan inicia el Evangelio, con una afirmación de alto nivel teológico
sobre la identidad del Lovgo", tomando la
referencia al tiempo del principio de todo cuanto existe. La primera frase
tiene un paralelismo claro con la primera declaración del Génesis, que
refiriéndose al principio de toda la creación dice también: “En el principio
creó Dios” (Gn. 1:1). Sin embargo debe notarse que principio aquí no
tiene que ver directamente con el comienzo del universo, sino que exige que se
considere como una existencia anterior a él. De otro modo, este principio
es el punto de referencia usado para referirse al existir del Verbo. La
referencia a principio ha de entenderse como lo que es un existir antes
de todo, que necesariamente es un existir eterno, puesto que antes de la
creación sólo existe Dios que vive en Sí mismo eternamente. Así se entiende
también en el Antiguo Testamento, cuando hablando de la sabiduría dice: “Jehová
me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras” (Pr. 8:22). A
esa eterna vida divina el Verbo encarnado se referirá cuando pide al Padre: “Padre
aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos están
conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde
antes de la fundación del mundo” (17:24). Esa referencia al principio
toma otra forma expresiva cuando el Señor dijo a los judíos: “De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (8:58). El pensamiento de
Juan es muy concreto al decir “en el principio”, ya que si todas las
cosas van a ser creadas por el Verbo, necesariamente las antecede, por tanto es
eterno. El ser eterno corresponde exclusiva y excluyentemente a Dios. Quiere
decir que al comienzo del Evangelio, Juan quiere que los lectores
presten atención a Jesucristo que va a ser anunciado, no desde la condición de
un mero hombre, sino desde la eternidad que manifiesta su Deidad, como va a
decir al final del versículo. El Verbo no es, como algunos herejes afirman, un
ser creado, sino el increado y eterno Dios.
h\n. Sigue luego el verbo eijmiv, ser, en la forma del imperfecto de indicativo en voz activa, que indica una
existencia continuada en una determinada manera, es decir, Jesús, de quien va a
tratar el Evangelio, era, en el principio, de manera que la
preexistencia del Logos se pone de manifiesto. No vino a ser en algún momento,
así fue eternamente. Esa es la razón del uso del imperfecto que se
contrapone al aoristo en que este es puntual y definitivo, ya que lo que se
pretende es vincular al Verbo con la Deidad, que ya introduce desde aquí la
vida en el Ser Divino, en una subsistencia personal en la que eternamente son
las tres Personas de la Deidad. Por esa misma razón, puesto que el verbo está
ligado con el principio, claramente debe entenderse como una existencia
atemporal donde ajrch`/ principio, no puede vincularse con el origen de algo, sino que
ha de hacerse con la eternidad sin principio. Aquel es era, hace notar
que el principio desde donde se revela, no es un comienzo sino la visibilidad
temporal de lo eterno, donde la atemporalidad se manifiesta y donde el
tiempo no corre.
oJ Lovgo", Este que era en el principio, se le llama por
el apóstol el Logos, que con artículo determinado en el texto griego
expresa la condición única de Aquel a quién se llama de ese modo. Es notable la
introducción de título dado a Jesucristo, propio de Juan. Este título no
aparece con frecuencia como designación de Cristo. Tanto es así que fuera del prólogo
de este evangelio, sólo está en este sentido en otro de los escritos de Juan
(Ap. 19:13). El nombre de Verbo, le pertenece eternamente. Es el título que
corresponde al Mediador único y divino en el proceso de la acción de la Deidad,
tanto en la creación, como en la revelación, como en la comunicación de vida
divina. Cristo es el Logos trascendente cuya comunicación comienza en la
creación y culmina en la encarnación. La condición de Logos, como proyección
hacia fuera de la expresión divina, establece la conexión entre la divinidad
inaccesible y el mundo de los hombres. El Logos, manifestado y encarnado en
Cristo, se convierte en principio de intelección de toda la realidad y de toda
la historia anterior, a la vez que como elemento integrante de todas las
verdades parciales, ya que Él es la única Verdad. Por eso, como Logos, es el
principio de toda inteligibilidad, el motor de toda búsqueda de verdad y de
justicia, y el recapitulador de todo. Todas las porciones fragmentarias de la
verdad encuentran su plenitud en Cristo. Esa generación del Verbo eterno en el
seno trinitario obedece a una procesión de amor en el interior de Dios. Es
necesario entender bien que Cristo es una Persona Divino-humana, por tanto el
Verbo expresa, no solo lo que la Persona es en sí, sino la mente suprema del
Ser Divino, en todas sus facetas y dimensiones. El que viene glorioso y
vencedor es el que como Verbo, expresa y ejecuta todo el plan de Dios para los
tiempos. El Verbo es la Palabra absoluta con la que Dios habla (He. 1:1-3). El
verbo es la revelación de Dios hecho carne (Jn. 1:14). Aquí expresa la absoluta
palabra por la que Dios actúa, se revela, comunica, relaciona y salva. Es el
discurso absoluto pleno y definitivo que se da a los hombres por medio del Hijo
(He. 1:1). El significado de este título exige una aproximación clarificadora
en este lugar.
Desde la semántica griega lovgo", tiene múltiples significados, pero, fundamentalmente
se usa para referirse al pensamiento interno, y también a la expresión de una
idea. Por consiguiente el término en la Escritura, se relaciona íntimamente con
el hecho de la auto-revelación de Dios, en la que su pensamiento se comunica
por medio de su Palabra. En un sentido contrario al bíblico, los filósofos
estoicos consideraban el logos como el principio racional que confería
existencia al universo. Para los griegos el término era adecuado para describir
cualquier manifestación del propio ser. Algunos críticos afirman que
Juan incorporó esta palabra en el Evangelio, bajo la influencia helénica
o de los gnósticos que, como se ha dicho en la introducción, no puede probarse, quedando como una hipótesis inaceptable
a la luz de la Escritura.
La LXX utiliza la palabra con bastante frecuencia en la
traducción del antiguo Testamento. Su uso está presente en dos grupos de
versículos. Los primeros que tienen relación con actos creativos de Dios, en
donde la Palabra, el Logos actúa creando (cf. Gn. 1:1), por eso los
cielos se crearon por el Logos, la Palabra de Dios (Sal. 33:6). Del
mismo modo Dios responde al clamor de Su pueblo enviando su Palabra,
para sanarlos y librarlos de la ruina (Sal. 107:20), lo abre un sentido soteriológico
de acción salvadora que es el gran tema en el Evangelio según Juan. En
otra apreciación de eternidad el salmista afirma que la Palabra de Dios
permanece eternamente en los cielos (Sal. 119:89). En alguna medida la idea del
envío del Logos a la tierra también está presente (Sal. 147:15). La
sabiduría de Dios se expresa por medio del Logos y está con Él eternamente,
literalmente “desde antes de sus obras” (Pr. 8:22-31). Es interesante
apreciar que el término sabiduría, en este y otros contextos del Antiguo
Testamento, deja de referirse a la cualidad de ser sabio, sino que la sabiduría
está personificada y posee una existencia que la diferencia de Dios en cuanto a
que es Persona, e incluye una relación personal con la creación. Pero
también se usa el término lovgo", para referirse al mensaje que Dios da por medio de los
profetas. Una expresión común es la de “la Palabra de Dios vino sobre mí” (kaiV ejgevneto
lovgo" Kurivou prov" prov" aujtovn) (cf. Ez. 1:3;
Am. 3:1). Se aprecia que en todos los casos en que ocurre, lovgoV, es una expresión que produce un resultado o una
acción.
La palabra, el Lovgo", en el Nuevo Testamento, está relacionada muchas veces con el evangelio,
el mensaje de la Buena Noticia (cf. Lc. 8:11; 2 Ti. 2:9). Pero, el
evangelio proclamado por los apóstoles es esencialmente Cristo mismo.
Así lo entendía el apóstol Pablo que predicaba a Cristo crucificado (1
Co. 1:23). Esto establece una estrecha relación con el Lovgo", de este primer versículo de Juan. Jesús anunció en su mensaje el logos del
reino: toVn lovgoV th`V basileivaV, la palabra del reino (Mt. 13:19).
Aun sin mencionar directamente el término, otros escritos del Nuevo Testamento
se identifican plenamente con la idea central del prólogo de Juan. Así de este
modo el apóstol Pablo haciendo notar a los creyentes de Colosas la supremacía
de Cristo, lo presenta como Creador y dador de la paz y reconciliador consigo
de todas las cosas en base a la obra de la Cruz (Col. 1:15-20). Ese es también
el pensamiento del escritor de la Epístola a los Hebreos (He. 1:1-4).
Quiere decir esto que el término, aunque típico de Juan, tiene una aplicación
teológica por más escritores del Nuevo Testamento.
El sustantivo lovgo", procede de la misma raíz del
verbo lego, que tiene un amplio significado como hablar, decir,
referirse, preguntar, responder, ordenar, afirmar, asegurar, contar, llamar,
proponer, etc. Aparentemente este verbo con el sustantivo derivado,
podría vincularse al hebreo ’amar, que significa decir, de donde
’imrah, que equivale a dicho y que, en cierta medida recuerda el
término griego rvh`ma, palabra, dicho. Pero, la raíz
de las palabras hebreas y de la griega por afinidad de consonantes, indican el dicho
como mera expresión, más que como una realidad expresada. El término lovgoV, connota un mensaje, que en Cristo es un mensaje de
vida, esto es, un mensaje de vivas realidades. Especialmente en el Salmo 119,
cuyo tema central es la Palabra, el Logos escrito es elemento de
limpieza (v. 9); de vida (v. 25); de sustento (v. 28); digna de crédito porque
es palabra de verdad (vv. 42-43); de consuelo (v. 50); de luz para el
camino (v. 105); digna de la esperanza (v. 114); etc.
Todo esto en la completa totalidad de la Palabra de Dios está comprendida, pero
en forma absoluta en el Logos al que Juan se refiere en este primer
versículo. Jesús es el Verbo personal del Padre. En ella, Palabra viva y
activa, el Padre expresa su interior, es decir, todo cuanto es, tiene y hace,
por tanto el Logos es la expresión exhaustiva del Padre. Debe tenerse en
cuenta que el verbo expresar es el frecuentativo del verbo exprimir,
de modo que cuando nos expresamos, exprimimos nuestra mente para formar
un logos que defina lo que pensamos en su concepto pleno. Esto tienen
una consecuencia conclusiva que para expresar algo hay que tener una mente rica
en contenido conceptual. De modo que si el Logos personal del Padre es
divino, como el Padre, según enseña Juan en el texto, es por tanto, infinito y
exhaustivo, capaz de expresar en la dimensión plena y absoluta el pensamiento,
posesión y acción del Padre, siendo la Palabra que expresa todo lo que
corresponde a la mente del Padre que la expresó. Esto tiene una gran
importancia teológica porque una Persona infinita como el Padre, con una mente
infinita en acción continua, concibe y expresa un Verbo tan infinito y eterno
como Él mismo que lo pronuncia. Esto demanda la existencia única de un solo
Verbo, puesto que su pudiese haber más, o el Padre tuviese más de uno, ninguno
de ellos expresaría con perfección la esencia, mente y propósitos del Padre.
Por esa causa es el único revelador adecuado para Él. Este Verbo es el que, al
hacerse hombre (v. 4), traduce al Padre al lenguaje humano, expresándolo en
plenitud, y haciendo la correcta exégesis de Él (v. 18), por tanto, es
la única Verdad personal del padre (14:6). A causa de esto sólo Jesús
tiene “las palabras de Dios” (3:34), que son “palabras de vida
eterna” (6:8). Jesús, como Verbo eterno, nos da la revelación
definitiva y final del Padre. Esa es también la causa por la que todas las
promesas de Dios son en Jesús, sí y amén (2 Co. 1:19-20). Por ser el
único Verbo en revelación de Dios no sólo es sí y amén como garante de
las promesas de Dios, sino todavía más Jesús es Dios en estado de amén, puesto
que tiene una sola palabra, y “Él permanece fiel, porque no puede negarse a
sí mismo” (2 Ti. 2:13). El Logos divino como única y definitiva Palabra
de Dios “permanece para siempre” (cf. Is. 40:6-8; Dn. 6:26; He. 4:12;
Stg. 1:10-11; 1 P. 1:23-25). La mente del Padre está siempre activa, por tanto
eternamente está expresando el Logos revelador de Su pensamiento, todo
lo existente, pasado, presente y futuro.
Genera esto una dificultad teológica: Si sólo la Primera
Persona Divina, es el que expresa el Logos, las otras dos están en
silencio. En ningún modo puesto que muy al principio la Biblia presenta una
deliberación ad intra, esto es en la intimidad de la Trina Deidad (Gn.
1:26). Pero solo el Padre al pronunciar su Logos genera, sin principio
de vida, por vía de generación mental a la Segunda Persona Divina, que
personifica la mente del Padre. Ahora bien, la expresión de la mente del Padre
es exhaustiva, es decir, agota en Él su plenitud mental y da procedencia al
Verbo que es consustancial con Él mismo. Por eso el Verbo no puede engendrar
otro Verbo porque recibe una mente que ya agotó su expresión personal.
Otro aspecto que debe quedar claro al entrar en esta verdad
que Juan expresa en este primer versículo, es que podría pensarse que si el Logos
es expresado por el Padre, depende de él en Su existencia propia puesto que
sólo hay Verbo cuando Alguien lo pronuncia. Esto conduciría a una dependencia
y subordinación de la Segunda con la Primera Persona. Debe afirmarse que no
hay dependencia alguna o subordinación del Verbo respecto al Padre que lo
pronuncia, porque si la Palabra subsiste del Padre que la pronuncia, el Padre
aunque no vive de la Palabra, sí vive de pronunciarla. De otro modo, lo que
constituye al Padre como Persona Divina, esto es, como Dios Padre, es el acto
vital y eterno de expresar su Logos, pero, ni el Logos puede vivir sin
el Padre que lo engendra, ni el Padre puede vivir sin pronunciar el Logos que
lo manifiesta. La subordinación en cuanto a Deidad no existe, puesto que las
Personas Divinas son inmanentes.
kaiV oJ
Lovgo" h\n proV" toVn Qeovn, La segunda
oración de la cláusula es posicional, expresando la situación del Verbo en
relación con el Padre. Debe notarse el uso del artículo determinado oJ, el,
que precede al sustantivo Logos. Se trata del único Logos divino.
En este hemistiquio Juan pretende hacer notar una distinción entre
el Verbo y el Padre. La traducción “el Verbo era con Dios”, expresa muy
limitadamente lo que el escritor pretende dar a entender. La preposición proV", tiene aquí un
sentido de orientación o dirección, cuyo significado adquiriría una mayor
precisión si se utilizara la preposición cabe, que si bien está en
desuso que significa cerca de, junto a, por tanto el sentido es que el
Verbo estaba frente a frente con el Padre. Lo que Juan quiere dar a
entender es que el Verbo estaba en una proximidad interna, íntima de Persona a
Persona, en Su vida ad intra. Generalmente en el griego clásico es
dificil encontrar la preposición proV", con acusativo
en sentido de en presencia de, pero en el griego helenístico y en la
koiné, ese es uno de los usos habituales. Más preciso es entender el sentido de
la frase como que el Logos estaba en una determinada relación con Dios.
La idea de compañía previa a la creación está contemplada en el Evangelio,
cuando Jesús habla al Padre sobre la gloria que tuvo con Él antes que el mundo
existiese (17:5). Pero también puede hablarse de relación. Un poco más
adelante Juan hará referencia a una determinada posición y orientación del Logos,
literalmente hacia el Padre (v. 18). La relación entre el Logos y el
Padre comprende todos estos aspectos y muchos otros, ya que debe considerarse
que la relación entre las Personas Divinas descansa también en la comunión
entre ellas.
Juan está introduciendo aquí un concepto novedoso de la
teología cristiana que la vida divina en el Ser Divino, o dicho de otro
modo, en el Seno Trinitario. De ahí que el paso siguiente a la eterna
existencia del Verbo, sea la consideración de vinculación con el Padre,
expresada en una forma sencilla: “el Verbo era con Dios”. Es decir, el
que eternamente existe como Verbo debe su personificación a la relación
con el Padre. Dios no es una Persona, sino un Ser. Por tanto las
Personas Divinas no son individuos de la especie divina, ya que entonces
serían dioses, por muy relacionados que estuviesen, pero la revelación
bíblica da a entender que las Personas Divinas son un solo Dios. Esto
implica entender que el Padre y el Verbo no se distinguen por al absoluto
(ad se), como pudieran ser esencia, cualidades, actividades, etc., sino
sólo por la respectiva relación entre ellas que las constituye al
oponerse (ad alium) respectivamente como principio y término de
la procesión que las establece como Personas. Por esta relación, el Padre se
distingue realmente del Verbo, siendo éste el término de la generación de la
que es principio el Padre. De igual modo, el Hijo se distingue del Padre,
porque la filiación que lo constituye como Persona, lo pone junto con el Padre,
o frente a Él, en una distinción personal. Quiere decir esto que ser
principio o término de una procesión intra-trinitaria, distingue a las
Personas Divinas entre sí. Pero, como el Ser Divino es infinito, así también la
distinción personal lo es. El Padre se constituye como Persona que se
distingue de la del Hijo ya que en Él, ser Padre se identifica también con ser
Dios. Es Padre divino porque es Dios que engendra eternamente. A su vez el Hijo
es totalmente Hijo, porque Su existencia como Persona Divina está ligada
al hecho de ser eternamente engendrado por el Padre, pero, a la vez es el
término generativo.
El sentido teológico de la verdad expresada por Juan en
esta frase es muy elevado. En la identificación de Dios, como Padre, y del
Logos, como Hijo, relaciona a las dos Personas Divinas con la naturaleza divina
que les es común a ambas, por lo que el Padre no puede serlo sin ser Dios, y el
Hijo del mismo modo. Por consiguiente se aprecia un aspecto de totalidad
integradora en cada Persona Divina, junto con el aspecto de distinción o identificación
absoluta. El Padre y el Verbo no pueden ser comparables a la relación
e identificación humana, puesto que en Dios no cabe composición, estando por
encima de todos los géneros y especies que determinan la vida creada. Por esa
razón la suprema trascendencia es la trascendencia divina.
Juan habla de la unidad vinculante en la Santísima
Trinidad, a la vez que se mantiene la distinción personal de cada una de las
Personas Divinas. Esta vinculación de vida aparece claramente en el versículo: “El
verbo era con Dios”. De otro modo, el Verbo no podría ser Dios si no
estuviese en la intimidad participativa de la vida divina. Pero, tampoco podría
ser Persona sin la relación de procedencia del Padre. Es decir, el Padre vive
como Persona de decir la Palabra (el Verbo) y el Verbo vive del Padre que lo
expresa y, expresándolo, lo engendra. Esto debe entenderse claramente que el
verbo engendrar en este sentido no tiene que ver con origen, sino con
procedencia y relación. Por todo esto el apóstol podrá decir en otro de sus
escritos: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1 Jn.
2:23). Si no hay el Verbo, tampoco puede haber el Padre que lo expresa,
por tanto la existencia de uno está ligada a la del otro.
Concluyendo la gran verdad revelada en la frase de Juan, debe
entenderse que en el Seno Trinitario, el Dios uno que subsiste en tres maneras
distintas, aquí, por interés del escritor se hace referencia a dos de esas
subsistencias, la del Padre y la del Verbo, que son distintos como relaciones
opuestas, de ahí que estas dos no son el mismo, pero sí son lo mismo,
son distintas Personas pero son el mismo y único Dios. Es necesario entender
que la Persona Divina, tanto la del Padre como la del Verbo, connotan
relaciones correspondientes a cada una de ellas, que no surgen por decisión
libre, sino necesaria. Juan dice “el Verbo era con Dios”, por tanto esa
relación de comunión no es opcional, sino real y vital, en la que el uno no
puede existir sin el otro. De otra forma, el Verbo está con Dios, en
sentido de relación, junto a Dios, como esta en la mente una palabra. A
causa de esta unidad de naturaleza todo el Padre está en el Verbo y todo el
Verbo está en el Padre. Ninguno de los dos está fuera del otro porque ninguno
precede a otro en eternidad, ni lo excede en grandeza, ni lo supera en
potestad.
kaiV QeoV" h\n oJ Lovgo". El apóstol
concluye este denso primer versículo haciendo una afirmación definitiva sobre
la deidad del Verbo. Mediante una estructura gramatical simple pero completa
afirma que el Verbo que era en el principio, que estaba en unidad con Dios, es
también Dios. Literalmente se lee “y Dios era el Verbo”.
Algunos que niegan la deidad del Verbo, traducen el versículo poniendo
el artículo indefinido un delante de Dios, para decir “El Verbo era
un Dios”. A parte del problema gramatical que desestructura la frase puesto
que en griego no existe el artículo indeterminado o indefinido, contradice la
verdad del texto. Si hubiera un artículo determinado delante de Dios, esto es,
si se leyese “y el Dios era el Verbo”, Juan estaría diciendo que sólo el
Verbo era Dios. Antes menciono la relación entre el Padre y el Verbo, por
tanto, siguiendo con la misma verdad no puede decir aquí que el Verbo era un
Dios, sino que afirma taxativamente la deidad del Verbo. Quienes quieren negar
esta verdad que comporta la existencia eterna del Verbo, sin origen, sin
creación, tienen que explicar mediante subterfugios y argucias, lo que no dice
el texto. Juan habla de la existencia del Verbo en el principio que no tiene
que ver con comienzo sino con la eterna dimensión de la vida divina.
El término QeoV", Dios, sin artículo
tiene que considerarse como predicado, y describe la naturaleza de la Palabra.
Juan afirma que el Verbo era Dios, aunque no es la única Persona de la que
puede hacerse esa afirmación, ya que cada una de las Personas Divinas, son
también Dios verdadero y único. Reiterando lo que se dijo antes, si el artículo
determinado estuviera presente delante de Dios, significaría que no existía
ningún Ser Divino fuera de la segunda Persona. La intención del apóstol es que
este versículo proyecte la luz definitiva y el enfoque pleno en la
consideración de Jesús, que pueda responder a la pregunta capital de quien es
Él. La respuesta será directamente dependiente de este versículo, en donde se
aprecia la Deidad de quien para los hombres era un mero hombre. Si Jesús no
fuese Dios el mensaje del evangelio sería estéril y la salvación imposible.
El título Dios aplicado a Cristo, supone un avance
notable en la Cristología de la Iglesia Primitiva, contra las
observaciones de que no era posible una evolución del dogma en un tiempo tan
temprano. Sin embargo el Nuevo Testamento llama explícitamente Dios a Jesús en
tres textos, dos de los cuales proceden de Juan (1:1; 20:28; He. 1:8-9).
También ocurre en 1 Jn. 5:20, donde la construcción de la frase pudiera
orientarse hacia el Padre, pero que sería muy improbable, puesto que sólo tiene
sentido si el antecedente inmediato es Jesucristo. Igualmente está en Ro. 9:5,
si bien la puntuación determinaría el sentido del versículo conforme se haga.
En el Nuevo Testamento ocurren referencias a Cristo que sólo pueden ser hechas
entendiendo su Deidad. Así Pablo afirma que Él “existía en forma de Dios”
(Fil. 2:6) y que era “la imagen de Dios” (Col. 1:15). Los títulos de Señor,
Hijo y Verbo, determinan que a Jesús se le puede y debe llamar Dios.
La divinidad debe se entendida desde la filiación, Jesús es
verdadero Dios porque es Hijo de Dios por generación eterna y comparte la misma
vida que Él. En la encarnación no llega a ser Hijo, sino que lo es eternamente.
Esto se considerará más directamente en los versículos que directamente usen el
título de Hijo. Esta base bíblica de la verdad de que el Verbo es Dios,
conducirá a la comprensión de la condición
Divino-humana de Jesucristo, el Hijo de Dios, en el Evangelio.
Dejando ya el comentario del primer
versículo, la conclusión de Juan es que el Verbo participa de la esencia
divina. Por esa misma razón es tan Dios como el Padre (1 Jn. 5:20), pero, en el
hemistiquio anterior, preparó el tránsito hacia esta posición que enseña la
deidad de Cristo, refiriéndose a la comunión en unidad con el Padre, ya que el
Verbo estaba con Dios, más adelante vendrá a expresar esta unidad
esencial cuando diga que Cristo y el Padre son uno (10:30).
Sacado del Blog del Dr. Samuel Perez Millos
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